miércoles, 9 de mayo de 2007

Nada es fácil y a ti te encontré en la calle

Espero que este finde (que no llega, ¡no llega a este paso!) sea menos aburrido que el último. Cuando tu vida social gira entorno a la visita a Leroy Merlin con tu cuñado, algo empieza a ir mal.
Y no, no me estoy lamentando tanto como pensáis, agudísimos lectores; es una sutil licencia con la que intento resumir lo que están siendo mis últimos días libres, que no colman mis expectativas, precisamente. No me imagino más sábados por la tarde haciendo la compra del mes o llevando a mis sobrinos a merendar a Telepizza, y sin poderme meter en la piscina de bolas, el único aliciente de una tarde con ellos.


Sábado por la tarde. Nada que hacer. Comienzo a vagar por mi "pisín" tirando de la botella de vino de la cesta de la Navidad del año pasado. Habrá que amortizar el ADSL. Veamos qué se cuece en el mundo de las webs de relaciones. Empieza la operación alta y registro guiada por san Google, y empezamos por Match.

Es obvio que me tengo que crear una cuenta de correo de pega para estar a salvo de indeseables y, sobre todo, de posibles conocidos, que bastante pequeño es el mundo real como para provocar encontronazos en el virtual. Y no, tampoco fotos; quien quiera ver a la Gacela en su hábitat natural que tire de National Geographic o que me invite a cenar.

No se si el vino me aturde, o es que esto de rellenar perfiles es un soberano tostón. Describirse a uno mismo no sólo es complicado, sino que siempre me ha parecido un ejercicio de egolatría que no va conmigo, pero vamos, si me tengo que vender en 200 caracteres mínimo, qué remedio queda, toca pensar.


Una botella de vino después...


Para qué hacer hoy lo que puedes dejar para mañana. ¡Siesta!

viernes, 4 de mayo de 2007

De oficinas, pijamas y pelos encrespados

Viernes. Cinco horas encerradas en el despacho y trabajando por la gran “hacedora de pasillos” y el “rey del messenger”. La calefacción a una temperatura infernal en esta oficina de locos y yo que sudo como un pollo. Ya verás como se me riza el pelo con la humedad de mi cuero cabelludo y cuando asome por la sala parezco un calco de Diana Ross hasta las cejas de cafeína. Quién me va a respetar así. Malditos genes, quiero tener el pelo liso.

Entro al blog y me sonrío al leer los comentarios. Curioseando por la blogosfera una encuentra de todo, y la gente me encuentra a mi.

Pero es que no tengo ganas de seguir esperando a que la única pata que cojea de mi vida continúe desestabilizándome.
Me tomo la revancha. Quizá me quite el traje de gacela —suena como a pijama de felpa con dibujitos de bambis, en plan fiesta de pijamas o guerra de almohadas, nada sexy, mi madre— y acabe siendo una depredadora con escrúpulos los justos y muchas ganas de buscarle las cosquillas a todo macho que se me cruce.

jueves, 26 de abril de 2007

Sin poemas de amor, pero con canción desesperada

Definitivamente, he tirado la toalla; paso de todo lo que suene a cita «convencional». He tomado esa decisión después de mi quinto intento fallido en menos de un mes de intentar quedar con un tío en apariencia normal. Y digo «normal» porque, sorprendentemente, sabía articular más de dos palabras seguidas —no cuentan los monosílabos—, no hablaba sin parar de su ex novia o de su madre (nunca sabré que es peor) ni llevaba la típica camiseta de tirantes blanca, Abanderado para lucirse con clase, combinada con el cinturón Dolce & Gabbana. Odio que me llamen chata.



O sea que nada de antiguos amores, amigos, amigos de mis amigos, vecinos o conocidos. Después de hablarlo con E., mi terapeuta, lo he decidido; desde ahora me aliaré con las nuevas tecnologías. Me daré de alta en todos los servicios para buscar pareja por Internet que conozca. Sí, como si estuviese mandando mi currículum. Y no desistiré, aunque como me cueste tanto como encontrar un trabajo que no sea de promotora de salchichas, en pleno híper de barrio, disfrazada de mamá Noel sobre patines, al borde de rotura aguda de cadera (verídico). Me temo que hay gacela herida para rato.

Ahora mis dudas son de lo más trascendental. ¿Qué pichabrava sin neuronas sanas me encontraré? ¿Algún chulo-playa-musculoca con gafas de sol a lo Pantoja y más tetas que yo? ¿Cuántos amantes latinos con altas dosis de viagra en la sangre al borde del aneurisma? Y, lo que es peor... ¿cuántos compañeros repelentes de la universidad —ahora profesionales con éxito, hipoteca, coche, perro de raza y tele de plasma—? ¿Y vecinos con callos en los antebrazos de tanto apoyarse en la barandilla del balcón para encontrar contenidos para sus sueños húmedos, que conocen más mi vida sentimental y mi ropa interior que yo misma? ¿Algún compañero de trabajo con pantalón estilo Cachuli, gafas de culo garrafón, mirada lasciva desde las nueve de la mañana y cuatro pelos peinados al estilo ensaimada?

En breve comienza la operación registro y alta en los principales buscadores de pareja...

martes, 17 de abril de 2007

Declaración de intenciones: lo que está por venir

Gacela, según la RAE es el «nombre común de varios antílopes de talla mediana que habitan en zonas semidesérticas o de sabana de África y Oriente Próximo. Es muy celebrada por su agilidad y gracia corporal. Tanto los machos como las hembras poseen cuernos».

Como gacela que soy y herida que me siento, soy ágil, no para sortear los problemas, sino para meterme de cabeza en ellos; tengo gracia corporal, o eso dicen, y sí poseo cuernos, gentileza de mi ex novio que, además de agudos dolores de cabeza me encasquetó este bonito detalle decorativo.

Pero según dicen, a rey muerto, rey puesto, un clavo saca otro clavo, la mancha de mora con otra verde se quita y demás perlas del refranero español.

Decidido, voy a tomar cartas en el asunto, a salir de mi letargo y a ponerme de nuevo al alcance y mira de cualquier cazador o fiera que quiera hacerme su presa...